Sinopsis

Los personajes en esta obra son Séneca viejo (escenas primera, tercera y quinta), Séneca joven (escena segunda), Séneca maduro (escena cuarta), Paulina, mujer de Séneca (escenas primera, tercera y quinta), Marcia, una prostituta (escena segunda), Julia, sobrina del césar, (escena cuarta), un mensajero (escena tercera) y un marinero (escena cuarta).

Es la noche de la muerte de Séneca, que recibe la orden de Nerón de acabar con su vida, pues el abusivo Emperador no podía ya sufrir los reproches de su antiguo maestro. Esa noche Séneca se encuentra acompañado por Paulina, su mujer, mucho más joven que él. En algunos momentos, la segunda y cuarta escenas, Séneca recuerda dos relaciones amorosas de su vida: una con una prostituta de Alejandría, y otra con la sobrina del César. La primera tiene lugar en un burdel y la segunda en el puerto de Ostia. Ambas escenas son dos despedidas, como lo es, también, la última, en la que Séneca se suicida y se despide de Paulina. El hilo de la obra es la relación entre el tiempo, el deseo y la inutilidad de las palabras, o la necesidad del silencio una vez que sabemos que nada poseemos, sino tiempo. Ese hilo está marcado, a todo lo largo del texto, por la última carta que Séneca le escribe a su discípulo Lucilio.

La escena primera es una introducción al tema, donde se plantean o apuntan las cuestiones. Las relaciones entre Séneca y Paulina son distantes, algo superficiales. Esas relaciones se van modificando en las escenas tercera (con un cierto carácter de interludio) y quinta. Sólo en ésta, la figura de Paulina adquiere, con el mensaje del silencio, toda su plenitud. Las relaciones de Séneca con Marcia, la prostituta, en la segunda escena, y con Julia, la sobrina del César en la cuarta, son simétricas e inversas. Séneca no parece entender a Marcia, y la abandona. Julia entiende a Séneca, pero no quiere encadenarse a su exilio, dando su relación por concluida.

El mensajero, (tenor) en la escena tercera y el marinero, (mismo tenor) en la cuarta, tienen papeles diversos, también simétricos: el mensajero es una imposición externa, la orden del César, que tiene un papel de breve contrapunto dramático, de exigencia; el marinero es, en la cuarta, un contrapunto irónico o satírico, negándole sublimidad a la despedida. Esa pérdida de sublimidad se recoge en la última escena, en la que Séneca rehuye el dramatismo y en la que Paulina —a diferencia de lo que sucedía en la tercera— es una figura serena, lejos del patetismo.

Marcela Rodríguez